sábado, 21 de junio de 2008

Dice él...

De aquella otra muerte,
la que caminó
por los surcos de mi rostro,
queda
tan solo
un trozo.
Aparece sonriente,
de vez en vez,
en el reflejo de ciertos espejos,
en la neblina de algún amanecer,
en el paso impreciso que me aleja de aquel rostro.
De la otra,
la mundana muerte, la cotidiana,
la que se brinda obsesa,
desastrosa,
en cada esquina,
en el recodo del río,
en la mano que no alcanzó a mentir un adiós,
de esa
quisiera huír.
Encadenado a mi condición
convierto mis temores
en precisa caligrafía
del presente que se traza.
Me lanzo frenta a una u otra,
las intuyo cercanas o lejanas...
cobarde...
cierro los ojos,
tiendo mis manos,
me dejo guíar...

1 comentario:

Mauricio Vallejo Márquez dijo...

Hermosos poemas, Edgar. A ver si me permites publicarte un par en la Fragua del Herrero