viernes, 6 de junio de 2008

Ellos

Estabas en el baño del bar aquel. Al verte en el espejo no pudiste contener tus ideas pareadas y contradictorias: llorar o ser cruel. Pudo más la segunda.
Retocaste tu maquillaje, arreglaste los tirantes del sostén, recolocaste las medias, respiraste profundo y, con los ojos casi en blanco, atacaste.
Él no te vio venir. Te acercaste a la mesa que él y ella ocupaban. Viste a los ojos a su acompañante, tomaste su copa, la llenaste de nuevo y bebiste despacio, ante el grito contenido de ella, ante la rabia de él, ante la mirada atónita de ambos. Dejaste sobre la mesa la copa ya vacía, sonreíste entristecida por sus rostros indefensos y coléricos. No quedaba más que salir de ahí. Le diste un beso en la frente a él y caminaste despacio hacia la puerta.
De pronto recordaste algo, te detuviste, volteaste a ver y,
para que todo el bar escuchara, dijiste despacio : “eso fue para celebrar que ya me olvidaste”.

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