lunes, 2 de febrero de 2009

Onírico

En verdad, no importa nada lo que ayer soñamos. Vamos... importaría aun menos si nos soltáramos de la triste atadura que hicimos cuando dijimos que habíamos soñado lo mismo.
Te veo dormir a mi lado y me niego a cerrar los ojos, no caeré en tu juego.
Las palabras se te derramaban contando detalles, sonriendo, feliz de pensar que algo nos conectaba. Prefiero decir que ya no dormiré más. Pensar en tu voz y en tu pelo suelto no ayuda mucho. No dormiré más, levantaré un muro frente a esa posibilidad, no dejaré que mi cansancio opine sobre el tema.
Me dices en sueños cuan libre quieres ser, qué tan lejana estás de serlo, de estarlo. Intento adivinar algo que me diga que te soy molesto, que no puedes seguir mi rumbo y mis pasos. Quisiera que mi cobardía poblara tus sueños y no los míos. Verte volar, alejarte de mi. Pero veo en mi vigilia una exasperante escena en la que saltas brillando tu desnudez hasta romper la clara superficie de la laguna aquella que nos vio impenitentes, juventud tonante.
Muero un poco pensándote arrullar esa farsa de sueños-vasos comunicantes.
Me desangro imaginando tu día a día en el que no estoy... ese día a día de píe, tras un mostrador, fingiendo ruletas rusas a manos vacías, ensartando cuentas para collares que tan sólo tus muertos amados vestirán.
Te he querido, te quiero, es cierto. Valen mis palabras para intentar desmentir mis desaciertos, pero también valen como excusas, como justificaciones para el hecho simple de no compartir sueños.
Podría mentirte... suena a salida...
Mis posibilidades se reducen a eso... puedo pedirte que finjas sin que lo sepas, puedo alejarme y dejar que sientas que lo hago para no mentirte. Sueñas ¡oh bella ingenua! sueñas y creo que suspiras porque me buscas en ese otro mundo y no me encuentras. Sueñas y yo enciendo otro cigarrillo, me levanto de la cama, me apoyo en el cristal de la ventana, abro las persianas y exhalo mi humo de siglos hacia afuera, hacia el viento que no ayuda en mi fuga, viento y lluvia que se niegan a ser mis cómplices. Te quiero. Pienso esto mientras veo lo lejana que quedas cuando estás en la cama, sola, soñando. Te quiero, pero no me pidas que esté siempre contigo, dame ese espacio vacío entre horas en que puedo decirme por lo bajo lo que mi instinto o mi pobre cultura quieren oír. El sueño no puede ser compartido durante el dormir. Déjame abandonarte cada noche. Quiero dormir. No lo haré si a mi lado está esa que me hostiga con recuerdos de cosas que no vivió. Esa que hurga en mis pesadillas para reconfortarme a la luz del día y luego me abandona para desafiar demonios cultos tras un mostrador, esa que juega ruletas rusas pero que jamás le puso balas a su índice que señala, que apunta su sien.
Dímelo cuando despiertes... no provoques mi fuga, dime que el sueño de ayer no importa.
Congráciate conmigo. Te quiero, te veo allí a la par mía, otra vez. Me cubro con las cobijas y siento que mañana me dirás que no dormirás, que velarás para dejarme caer solitario en esta muerte cotidiana. Sé que lo dirás.

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