Tengo otras manos
que fueron calladas.
Esas que
ahora
surgen
desde sus muñones
para revivir
frente a un espejo
que no es el mío, el propio.
Calzan el vendaje de lo sangrante,
las señales del corte preciso
que las separó del torso aquel
que soñó con velamen y quillas
surcando hacia horizontes
sonrientes.
Estas manos nuevas
se tienden
desde la imagen perdida
y tocan,
abrazan,
acarician lo venidero.
Vuelan cual pájaros
hacia un sur
que también renace
de sus trabajos truncos,
de una primavera vedada.
Y tus manos son mis manos.
¿Y tus manos tocarán mis manos?
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