jueves, 28 de mayo de 2009

Pacto

Canto de sirenas
al fin y al cabo.
Ni una sílaba que se salve
de este naufragio en tórrida mar.
Los remos rotos
y un deseo infinito
de saciar la sed
en los manantiales de tierra firme.
Mirar los rostros que me acompañan
es reafirmar el mío propio y su imposible reflejo:
pieles curtidas por el sol,
por la sal,
ojos que se tiñen de púrpura y
que niegan su propia razón de ser.

Harapos son nuestros ropajes
y los sueños son
nuestro único e irrenunciable pacto:
en ellos la verdad es una
y la razón no dictamina.

Hasta los cantos de sirenas son refugio,
santo y seña.
Pacto de olvidados,
sangre que tan sólo nombramos,
que no corre por nuestras manos,
que no tiñe la borda
ni los aparejos proa.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Objeciones

¿Quién en mayo presente alza una voz en la noche?
Sonrío ante los sueños que me depara el tiempo,
los resuelvo uno a uno,
añoro vivirlos sin tregua,
hasta el cansancio.
Y del mayo aquel de tantas sonrisas
me queda solamente una.
Nada es este devenir sin la mácula del recuerdo.

Canción de Vida

"...el jaque perpetuo (o jaque continuo)
es muy útil para aquellas ocasiones en las que
un jugador no tiene otro recurso para defender
una mala posición; evita de este modo
la pérdida de la partida."
I.A. Horowitz, Fred Reinfeld.
Primer libro de Ajedrez.

Indescriptible soledad la de Daniel. Sobrellevó su llanto, encarceló su resto de risas. Se preguntaba: ¿cuánto habré de perder por tenerte atada a mis entrañas? ¿cuánto más habré de mentir? Y no eran los menores de sus problemas: Habría de morir como todos los demás y su cabello encanecido y su postura inclinada y sus piernas ya no serían las mismas de antes y su rostro palidecería y su estómago sería cada día más prominente y su memoria fallaría y sus amigos se irían uno a uno y sus rostros se borrarían y sus luchas caducarían y los hijos que no tuvo serían un llanto que nunca iría a secar... una risa que nunca escucharía... la última y la primera borrachera no tendrían nada digno para rememorar, los estudios serían nada, la juventud y su bravura, la adolescencia y sus temores, la niñez y sus fracasos, el útero materno y su calidez serían un recuerdo.
¿Qué vale más? ¿Mil recuerdos? ¿Mil sonrisas? ¿Un beso tatuado a nuestros labios?
La simpleza, la armonía de líneas de un atardecer, lo obligan a vomitar una baba amarillenta de ternura descompuesta. Correr un riesgo era desaparecer casi al instante, mimar el sueño era una utopía, el desvelo y la brisa sobrellevan resaca, mareos, pianos llorando notas.
La dibujó en el casco de un barco: con tizas de colores maquilló su rostro, definió sus cejas y pestañas, matizó sus labios. La medianoche lo sorprendió sereno y atareado en el retrato póstumo de alguien en vida ¿cuánto valen mil recuerdos, mil sonrisas? El alba lo encontró diminuto, sonriente, amoroso, tierno, convencido de la cercanía de algo parecido a la tranquilidad, sosteniendo a una red de añoranzas sobre su espalda, balanceándose en ese muelle amanecido, lanzando besos al buque que partía.
Ahora sí podremos describir su soledad.