sábado, 21 de junio de 2008

Dice él...

De aquella otra muerte,
la que caminó
por los surcos de mi rostro,
queda
tan solo
un trozo.
Aparece sonriente,
de vez en vez,
en el reflejo de ciertos espejos,
en la neblina de algún amanecer,
en el paso impreciso que me aleja de aquel rostro.
De la otra,
la mundana muerte, la cotidiana,
la que se brinda obsesa,
desastrosa,
en cada esquina,
en el recodo del río,
en la mano que no alcanzó a mentir un adiós,
de esa
quisiera huír.
Encadenado a mi condición
convierto mis temores
en precisa caligrafía
del presente que se traza.
Me lanzo frenta a una u otra,
las intuyo cercanas o lejanas...
cobarde...
cierro los ojos,
tiendo mis manos,
me dejo guíar...

viernes, 20 de junio de 2008

VII. Mar

A veces,
en la espuma de una ola,
aparece mi destino...
albo delirio,
inconforme trozo de futuro
que demanda
una palabra
que desconozco.

De la trampa de lo eterno,
de sus exigencias,
transformo mis prisas
en alas
preparándome
para colisionar
en el oscuro lecho de rocas
que dio abrigo
al destruído faro
de una mirada.

viernes, 6 de junio de 2008

Fragmento 4(pA.F.)

Desde aquella luna de pálpitos y encrucijadas aun por resolver,
desde la encarnizada renuencia a ser.
Desde allí y desde entonces
se descomprime el sueño.
Ya no revelo mi nombre,
ya no es necesario.
Prefiero ir corrigiendo mis errores
desde la claridad monástica
del anonimato,
prefiero cantar la salmodia detestable del callar
para rememorar
espacios y luces
que se unen y separan
en señales dulces al paladar.
Aquí todo es ritomo y palabra.
Seres de voces limpias y melodiosas
se alzan sobre el horizonte
iluminando las ventanas
del infinito.
Aquí la luna es corazonada de presentes,
encrucijada conocida
que provoca evocación en la memoria
para reconocer de dónde se viene,
a dónde se irá.
Desde aquella luna (pálpito-encrucijada),
desde allí todo es reconocible
para la nada
y el nunca.

Ellos

Estabas en el baño del bar aquel. Al verte en el espejo no pudiste contener tus ideas pareadas y contradictorias: llorar o ser cruel. Pudo más la segunda.
Retocaste tu maquillaje, arreglaste los tirantes del sostén, recolocaste las medias, respiraste profundo y, con los ojos casi en blanco, atacaste.
Él no te vio venir. Te acercaste a la mesa que él y ella ocupaban. Viste a los ojos a su acompañante, tomaste su copa, la llenaste de nuevo y bebiste despacio, ante el grito contenido de ella, ante la rabia de él, ante la mirada atónita de ambos. Dejaste sobre la mesa la copa ya vacía, sonreíste entristecida por sus rostros indefensos y coléricos. No quedaba más que salir de ahí. Le diste un beso en la frente a él y caminaste despacio hacia la puerta.
De pronto recordaste algo, te detuviste, volteaste a ver y,
para que todo el bar escuchara, dijiste despacio : “eso fue para celebrar que ya me olvidaste”.

Destinos probables de una Sonrisa

De puntillas, tratando de alcanzar la parte más profunda del anaquel, le sucedió encontrar aquella sonrisa. Estaba apenas dentro de la funda de un muy viejo long play de Kraftwerk.
Sí. Éste es mi anaquel y éstas son mis cosas y ésta sonrisa debería ser mía... o tal vez alguien quiso esconderla y olvidarla o esperaba poder traficar con ella ahora que valen tanto... esta se ve más bien desprotegida, descuidada y delgada...
La tomó con cuidado de uno de sus delgados dedos y la llevo al living para tratar de desempolvarla y saber bien cuáles eran todas sus características... recordaba haber visto otro tipo de bichos como ese en los catálogos de venta por correspondencia y en las tiendas por departamentos. No se recordaba si en algún momento él hubiera estado interesado en la venta de ese tipo de mercancías o si, como ya lo había pensado antes, eso era tan sólo una broma de mal gusto de sus compañeros de casa y se iba a meter en problemas por tener cosas que no deben estar en lugares como ese.
No, en una casa no deben estar las sonrisas que no tengan un registro aprobado por el fabricante y una licencia de tenencia y portación... porque puedes sufrir la
pena de que te incauten y te metan a la cárcel.
En fin, la sonrisa no es mía y deberé de preguntar a Svën y a Svëtlana si es de alguno de ellos... Ella, Svëtlana, es delgada, rubia, alta y no tiene ni un pelo de tonta, no creo que sea ella la dueña de éste artículo viejo que más parece de contrabando además que ella tiene dos o más guardadas que compró en un viaje a Rivera y que se jacta de que tienen sus papeles en orden y de que nadie tiene otra que tenga lunares amarillos sobre un fondo fucsia... Svën no es tan refinado como ella y sólo tiene una, igual que yo, hombres al fin dice ella...
¿Dudas de preguntar? Sí.
Debería guardarla para él y no responder ninguna pregunta que hagan sobre su procedencia al verle un aditamento nuevo... ellos entenderán que no quiere hablar de eso y por cortesía o por miedo ya no dirán nada, sí, debería guardarla para él... O echarla al retrete...

jueves, 5 de junio de 2008

El traidor teme

Mi tiempo
no corre hacia atrás.
Se niega
a mostrarme su espalda.
Me enfrenta,
me maldice,
me convierte en mira del escarnio.

Seguro estoy que me teme.

Siempre soy presente o futuro,
tetralogía rota,
paso adelante
sin un por qué que lo sustente.

Odio mi tiempo.
Se lo digo en la cara.
Pero me niega el olvido,
porque es absolución,
porque significa pasado.

Tres

Mi mediterraneo ya no es caracolas:
súbito es nubes y luna llena,
calma gris,
manos que se alejan.

Otras aguas me habitan:
esas, las de sales voraces,
las de gaviotas de hollín.

Quedó en ti
aquel mar
que imaginé mío.
Seguramente
lo perdiste
en aquel túnel de estruendos,
en aquel pasillo
el los abrazos finales.

Dos

Eras tú
detrás de las palabras.
Lejos estoy
hoy que lo descubro.
Lejos,
de mil formas:
lejos, por la distancia sin fronteras,
lejos, por las miradas del ferreo pasado,
lejos, por los silencios que el viento me otorga,
por las casualidades que no invoqué.
Eras tú.
Y mis sueños,
temerosos de ser carroña,
se arropan tras las rejas del recuerdo.

Uno

Frenar las sombras,
acariciar e invocar la luz.
Este tiempo ya no es el mío.
Mis manos,
torpes,
frenan una mirada,
un ademán,
alejan lo que temen,
presienten y acechan
desde el miedo todopoderoso.
Frenar las sombras,
ocupar el espacio
que dejan atrás.
Que las manos sean luz,
al fin caricia,
tiempo ya propio.
Atreverse,
acercar el ayer,
perdonarlo.

martes, 3 de junio de 2008

Peces

Cortar los cabos,
perder el ancla.
Proclamar esta deriva
en el silencioso horizonte.
Que sean los mares sustento:
Plata y negro en el vidrio de sus ojos.
Torsos curvos, bocas espumeantes,
tajadas de vida en los desnudos costados.
Y volver del pairo
con favorables vientos.
Volver a puerto,
allí donde las manos
reciben estas escondidas espinas,
donde las manos arrebatan
los colores del abismo.

lunes, 2 de junio de 2008

EL ASESINO PIDE SILENCIO

En ese momento
se desbarata la noche:
cuando cabalga la inocencia
hasta los duelos,
cuando un lamento se viste de ralámpagos
y calla su presencia.
Ese justo momento delira.
Quiera otra luna florecer
lápidas y no promesas...
quiera otra estrella
volver la vista,
ser,
así,
asesina de momentos.

Hace ya 40 mayos...

Haz tu juego nostalgia:
convoca las armas,
las calles,
aquel sueño
que se empapó de mayo.
Rueda tus ruecas,
provoca el amarillo hilo de la cólera,
el blanco cordel de la impaciencia.
Haz tu juego:
no permitas escape alguno.
Y de las manos primeras
haz un calco de nubes,
un cuenco que pueda amar,
un instante que,
al fin,
se postre ante mi,
que me acaricie el cabello...
que me libre
del sol de hoy.

Siempre

Me sobra esa palabra.
Negarla es abrazarse a ella.
Cada rincón,
cada silencio,
me la estrellan en el rostro.

También la he heredado.

Tiene sabor a lotos,
a hirviente cacofonía,
a deforme sensatez.
Al tacto recuerda
la salvación de las almas,
el recurso de la locura,
la inadmitida belleza.

Absurdas huellas
ha dejado en mi vientre,
ha calcinado mi costado.

¡Soy una palabra que niega esa palabra!
y...
eso la acerca más...

Ya lo he dicho:
"negarla es..." dormir en su lecho,
recostarse en sus muslos...
en sus rincones,
en sus silencios.

Herencia

Pesada niebla somos.
Corroído blasón.
Calco imperfecto de imperfectos rostros,
de torcidas lenguas,
de torpes pasos.
Herederos de la quinta y
doceava letra de un
robado, agonizante
alfabeto.
Deudores de audacias,
engaños,
infamias,
imprecaciones...
cada una con sus labios,
su mantra, discurso,
dios, demonio,
todo, nada.
Peso muerto sobre nuestras epaldas que,
fracturadas,
esperan que la memoria sea pobre,
que se borre,
para pasar la estafeta.

Viaje al vientre del viaje

mañana saltaste quimeras
andén tras andén
viviendo incólume
ánima cuerpo de mujer.

Rodeando subiendo cristal taciturno
cual roca de miel
inmenso vagón de cenizas
cargado en tu piel.

Quimeras saltaste mañana
viajando al vientre del viaje
diciendo
no sé.

domingo, 1 de junio de 2008

Sabrán los días de otros soles

A: Sonia

La vi pasar pegada al cerco que hace poco pusieron para separar el cementerio de la carretera, para separar a los vivos de los muertos. Se detuvo para quién sabe qué. Su perraje se enredó en el alambre de púas pero ella nada hizo para liberarlo... sólo pude imaginar una lágrima o una sonrisa recorriendo, iluminando su rostro. Preferiría la sonrisa. Su espalda no me decía gran cosa.

Pensativa, quizás, nada más, así estaba.

De pronto se agachó y cruzó el alambrado. Sus pasos, primero inseguros y luego decididos, la adentraron en el camposanto ya cubierto de coronas y flores secas del lejano noviembre. Cualquiera, sobre todo yo, imagina cosas malas al ver que alguien se comporta así. Quise salir corriendo tras ella y decirle que todo iba a ir bien, que no necesitaba acercarse a los muertos para... ¿para qué? poco o nada sé de ella. Todo lo supongo, aunque todo lo presienta posible. Aún así, dejé de mirar por la ventana y, veloz, me acerqué a la puerta de la casa (sí, mi casa está cerca del cementerio, es una sensación rara, pero desde niño vivo así. Los vivos y los muertos son algo cotidiano para mi, las risas y los llantos... en esa parte donde hay tumbas nuevas yo jugaba cincos y fútbol cuando era patojo), desde allí pude ver mejor su silueta alejándose, adentrándose en la niebla que cubría la recién nacida mañana. Ahora soy yo quien se acerca al alambrado. Distingo su perraje enredado en las púas, con cuidado lo libero, lo acerco a mi rostro, me cubro los hombros con él. Espero que vuelva.

-Buenos días -digo al verla- ¿esto es suyo?

-Buenos días -responde- creo que sí.

En sus manos, unas flores amarillas. En su rostro una sonrisa. Le ayudo a cruzar la alambrada, le devuelvo el perraje. Lo toma y, sin decir nada, se aleja.

Cuando se disuelva la neblina habrá un nuevo sol para ella y para mi. Pero, aún con otros soles en todo lo alto, el olor de su perraje me acompañará siempre.